martes, 3 de agosto de 2010

La cultura de la protesta.


Para los que vivimos en la ciudad de México resulta cotidiano y normal la manifestación o protesta callejera, la cual asumimos como parte intrínseca de nuestra cultura política. ¿Quién de nosotros no ha sufrido los efectos de una de ellas? En la mayoría de las ocasiones no tenemos idea del motivo de dicha muestra de inconformidad pública y, minimo, mentamos madres de quién osa irrumpir con sus arengas nuestro derecho de tránsito y de paso nos chinga el día, manifestaciones hay de todos tipos y su poder de convocatoria es variado, tan sólo en el 2009 tuvieron lugar en esta ciudad 3,268 de ellas, y para el 30 de junio de este año se registraron mil 585 manifestaciones, entre concentraciones, bloqueos, marchas, mítines y plantones, dentro de las cuales las movilizaciones del ámbito federal fueron 787, mismas que tuvieron una asistencia de 111 mil 119 asistentes y en su mayoría están relacionadas con problemáticas no resueltas por la administración federal como escasez de agua y demanda de suministro de energía eléctrica en otros estados.

Visto lo anterior las cuestiones que rondan en mi inquieta cabeza son las siguientes: ¿Sirven realmente dichas manifestaciones? ¿Además de la movilización callejera, qué otro tipo de acciones prácticas realizan sus participantes? ¿Dichas acciones están encaminadas a resolver el problema sin tener que recurrir a la autoridad correspondiente?.

Me queda claro que este fenómeno es resultado de la desigualdad histórica de esta nación, también que las referidas marchas que tienen su origen en problematicas de otros estados se desembocan en esta urbe como consecuencia del centralismo en el que vivimos, de igual manera es cierto que la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos en sus artículos sexto y noveno tutelan la libre manifestación de ideas y el derecho de asociación respectivamente, por lo que sin lugar a dudas en la gran mayoría de los casos los ciudadanos que participan en dichos actos realizan un ejercicio ética, moral y políticamente correcto.

El gran debate al respecto siempre se ha centrado es donde tiene su limite este derecho que se ejerce mediante los citados actos de protesta, ya que al ejercerlo afecta a terceros ya sea los ciudadanos de a pie, comerciantes y en general la vida pública. Propuestas van y vienen en el sentido de que deben regularse las manifestaciones, desde un manifestódromo (haganme el chingao favor), alguna propuesta en el sentido de que los manifestantes deben notificar horas y ruta del ¨evento¨ (como para que los destinatarios del reclamo sepan que onda y no se encuentren en el lugar), o que se impongan horarios (tipo 11 de la noche para que nadie los escuche), hasta el bonito simulacro de manifestación ligth que se aventaron los del PAN DF hace unos años concordoncito nice y toda la cosa.

Pero lo que en mi humilde opinión se debería discutir es si el modelo de manifestación callejera está agotado, si realmente sirve el ir a caminar y gritar durante 2 o 3 horas una injusticia, analizemos.

Salvo sus honrosas excepciones los objetivos de las manifestaciones callejeras no se cumplen (yo recuerdo la marcha contra el desafuero y parale de contar, si recuerdan alguno más les agradecería un comment al respecto).

El exito de la marcha, es decir, el cumplimiento del objetivo o fin perseguido no es proporcional al poder de convocatoria de la misma (ahí tienen la marcha zapatista, llegaron al Congreso, ¿y luego?, y la marcha por la seguridad, creo que fueron 2 y, hasta donde yo sé, la cosa está peor)

La cultura marchistica mexicana tiene sus orígene en los albores del siglo XX cuando el país vivía sumergido en la dictadura porfirista, pero la misma vino acompañada de otras acciones como huelgas y posteriormente una revolución, luego fué usada mayormente por las centrales obreras como la CROM para demostrar su poder político y siempre con acarreados y muchos años depués en los 60´s y 70´s cuando también se buscaba una alternativa a la dictadura priísta, las cuales fueron acalladas a sangre y fuego y devinieron en guerrillas, en los 80´s y 90´s buscando se respetara el voto popular ante los constantes fraudes electorales y de ahí a todo tipo de injusticias e ideales, la pregunta es ¿y? ¿Sirvió de algo?, cierto que avanzamos pero en la mayoría de los casos se fracasó.

¿Por qué el fracaso? Considero que por que después de manifestarnos, gritar nuestro hartazgo, participar del ¨lucha, lucha, lucha...¨, ¨Zapaaata vive!¨, ¨si se puede!¨, y todos esos coritos tan populares, nos vamos a casa y yá, pensamos que con eso cumplimos con nuestra parte del cambio, como siempre pedimos y pedimos, empezamos por la punta del iceberg, dejamos como primer y único recurso el que debía de ser el último, si sabemos que la autoridad es incompetente y corrupta ¿Por qué seguimos esperando que nos resuelva la vida? el ejercer este derecho debería ser la excepción y no la constante, la corrupción y la injusticia empieza en casa, cuando se necesite salir a la calle a gritar debería de ser con el argumento de ¨oye autoridad, ya hice todo lo que estaba ami alcance para solucionar mi problema, no robo, no doy mordidas, ya trabajé por mi objetivo por que sé que tú eres corrupta e irresponsable, pero ahora que mis recursos se agotaron sólo queda exigir que trabajes!¨, para mí eso sería hacer diferencia, el problema es que como sociedad somos bastante mediocres, no sé ustedes que piensen...