jueves, 6 de marzo de 2014

El progreso siempre llega tarde.

Fue la frase que Fredo, en la inolvidable "Cinema paradiso", receta a Toto cuando sustituyen el proyector del viejo cine por uno a prueba de incendios, el viejo había perdido la vista a raíz precisamente de un incendio en el antiguo proyector. La frase se volvió una de las máximas favoritas de mi familia, la repetía mi padre con bastante humor negro y la repetimos mi hermano y yo, a manera de homenaje y con el más profundo amor. Curiosamente el fin de semana pasado volvimos a un pueblo que vio pasar infinidad de fines de semana y vacaciones familiares, Cuautla, la casa de descanso de los abuelos maternos fungía como punto de reunión de la familia que más tarde ni por costumbre se volvió a reunir, ahí se equivocó Juan Gabriel por que la costumbre en este caso nunca fue mas fuerte que el amor, (tal vez viendo esta situación mi querido padre insistió que mi compañero de apellidos y código genético también lo fuera de vida, lo logró, el tipo es mi mejor amigo) pero volviendo al tema del tropical pueblo morelense, donde aprendí a jugar dominó y tome mis primeros rones y escuché contar interminables historias de la Revolución Mexicana y el nacimiento del Sindicalismo de Don Pedro, no el brandy, mi abuelo, regresando a eso les platico que regresamos, ya no a la casa familiar, vendida hace poco, llegamos al hotel en que todas las tardes mis abuelos, ancianos, con 50 años de matrimonio a cuestas y felices iban a jugar el mentado dominó y a tomarse unos tragos, y a platicar y a recordar, ahí de noche en mi cuarto me visitó de nuevo el mágico "Cinema paradiso" con su aún más mágico score producto del genio de Ennio Morricone, prendí la televisión y nos volvimos a ver, la amo y la odio, la maldita película tiene un efecto impresionante en mis fibras más sensibles, y la música peor, todas y cada una de las veces que la he visto, a partir de la muerte de Francisco Senior, lloro como un niño, esta no fue la excepción; la razón, la obra de Tornatore era de las predilectas de mi padre, le evocaba a su propio pueblo natal, Tuxtepec, Oaxaca, y a la fascinación que siempre sintió por el séptimo arte y rentaba(cuando existían los grandes videoclubes comerciales en los años noventa)la citada película, esos días de felicidad infantil en el cuarto de mis padres fente a un televisor viejo y un reproductor de cintas Betamax fueron de los más felices de mi vida, ver a Toto descubrir el cine, salvando Fredo del incendio, creciendo, enamorándose por primera vez, con el corazón roto después, dejando su pueblo para vivir y triunfar en Roma y regresando al pueblo para el funeral del viejo, del padre que no tuvo en los brazos del mío propio, del mejor, del maestro, del amado progenitor fueron instantes de magia pura, el sábado pasado, por la noche rodeado de mi familia, que ya dormía, en el pueblo donde tantas veces fuimos tan y tan felices, frente a un viejo televisor, volvió la magia. "El progreso siempre llega tarde" dijo el viejo, el ciego Fredo, repetimos la frase a manera de mantra los Arango, cierto, pero quien chingados necesita del progreso cuando llegas a un lugar donde se detiene el tiempo y te vuelves a sentir un niño mirando y admirando al gigante que te procreó y que te sigue dando lecciones desde el más allá. Francisco J. Arango.

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